martes, 24 de mayo de 2011

Con faldas y a lo loco.

Adoro que un rayo de sol se filtre por la ventana y se refleje en mi rostro y pensar que hoy puede ser un gran día. Quizás conozca a alguien nuevo; quizás me encuentre dinero por la calle; quizás me compre ese vestido que tanto tiempo llevo deseando o quizás en la esquina menos inesperada me choque con alguien que con el tiempo descubriré que es mi amor verdadero; y, entonces, recordaré este día, esta mañana, este café que me estoy tomando, estos pensamientos, este amanecer y como mi gato se acurruca en mi regazo.
Tengo la sensación de que hoy me miraré en el espejo y no me veré tan gorda, que me arreglaré aunque solo vaya a comprar el pan, que bailaré sin importarme lo que digan de mí, que gritaré todo lo que pienso por el simple placer de ser yo misma y que cometeré mil locuras solo para descubrir lo bella que es la vida… que ya es hora de salir ahí fuera, respirar bien hondo, y comerme el mundo. Si, hoy es una buena mañana.
Pero sé que también habrá días de esos que, por motivos desconocidos para los demás, incluso para mí misma me encuentre llena de ira, y no me siente con ánimos ni para hacer el desayuno. De esos días grises que vienen y van, en los que duermes más de la cuenta porque ningún agradable rayo de sol cruza tu ventana. De esos días en los que te parece que todo lo bueno engorda, es pecado o despeina. Que parece que la suerte, la alegría y las sonrisas se han escapado durante la noche por la ventana entreabierta de tu habitación…
Lo único que me consuela en días como ese es pensar que, al fin y al cabo, mañana será otro día.

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